Todo gira sin más.
No entiendo. Estoy yendo rápido. Desciendo a un sitio oscuro que se ilumina de a poco.
Un mismo sonido se escucha. Una vez. Otra vez. Y otra vez.
Es un sonido ritmico, sólo un sonido. Levanto la cabeza, el ritmo sigue, y a la par se mueve un maestro. Es un hombre sereno, exacto, bello, perfecto.
El sonido sigue y el hombre besa suavemente el piso con sus pies. Mis ojos no dan crédito a la pirueta magistralmente realizada. Lo miro, me mira. No hay reverencias, sólo miradas.
Más allá en la esquina, se encuentra una maleta de cuero, algo vieja, algo misteriosa. La recoge, pasa a mi lado dirigiéndose con ella a la oscuridad.
Intento llamarlo, quiero llamarlo pero no recuerdo su nombre. No me reconozco gritándole:
-¿Malabarista!!- el grito fue tan intimidante que hace que el hombre se detenga, entre la luz y la sombra, da media vuelta. No se si me mira, no veo sus ojos pero sé que me mira- ¡Yo sé que no te llamás así, pero no se tu nombre, no sé…
El hombre gira sobre sus talones y sigue hacia la oscuridad. Lo siento más calmado que nunca. Lo sé, porque cuando vas así todo tu cuerpo camina como flotando. Lo sé. Lo recuerdo.
Titiritero!- y esta vez, el regresa. Sus pasos lentos y vitales lo acercan a mi.
El ritmo del un, dos, tres suena embriagante. Abre su maleta y saca tules de colores, pelotas pequeñas, estrellas, marionetas, caracolas, alas de mariposa… Todo su tesoro para mi.
Un, dos, tres… El ritmo sigue. Bailamos, alrededor del tesoro, rodeándonos de luz.
Un, dos, tres… Me hace sentir alegre.
Me hace sentir afortunada.
Me muestra un cielo estrellado.
Me hace reír.
Me hace sentir niña y muy adulta a la vez.
Siento lo infinito. Siento.
Y todo se detiene, en ese instante aún sonando el un, dos, tres.
Mi titiritero guarda de nuevo sus tesoros, de a uno, con suavidad, con belleza. Y empieza a caminar hacia la oscuridad que se vuelve camino de luz, océano de estrellas alumbrando sus pies.
-No…- le ruego quedo- No te vayas.
Gira, veo sus ojos tristes. Acaricia mi frente con su boca y, se sonrie susurrando:
-No puedo quedarme- y esta vez su mirada triste eran mis ojos-, estás curada.
Desperté con un sonido rítmico en la puerta. Era Laila buscándome para dar un paseo.
Desperté sintiéndome triste, completa, sola y engripada.
No entiendo. Estoy yendo rápido. Desciendo a un sitio oscuro que se ilumina de a poco.
Un mismo sonido se escucha. Una vez. Otra vez. Y otra vez.
Es un sonido ritmico, sólo un sonido. Levanto la cabeza, el ritmo sigue, y a la par se mueve un maestro. Es un hombre sereno, exacto, bello, perfecto.
El sonido sigue y el hombre besa suavemente el piso con sus pies. Mis ojos no dan crédito a la pirueta magistralmente realizada. Lo miro, me mira. No hay reverencias, sólo miradas.
Más allá en la esquina, se encuentra una maleta de cuero, algo vieja, algo misteriosa. La recoge, pasa a mi lado dirigiéndose con ella a la oscuridad.
Intento llamarlo, quiero llamarlo pero no recuerdo su nombre. No me reconozco gritándole:
-¿Malabarista!!- el grito fue tan intimidante que hace que el hombre se detenga, entre la luz y la sombra, da media vuelta. No se si me mira, no veo sus ojos pero sé que me mira- ¡Yo sé que no te llamás así, pero no se tu nombre, no sé…
El hombre gira sobre sus talones y sigue hacia la oscuridad. Lo siento más calmado que nunca. Lo sé, porque cuando vas así todo tu cuerpo camina como flotando. Lo sé. Lo recuerdo.
Titiritero!- y esta vez, el regresa. Sus pasos lentos y vitales lo acercan a mi.
El ritmo del un, dos, tres suena embriagante. Abre su maleta y saca tules de colores, pelotas pequeñas, estrellas, marionetas, caracolas, alas de mariposa… Todo su tesoro para mi.
Un, dos, tres… El ritmo sigue. Bailamos, alrededor del tesoro, rodeándonos de luz.
Un, dos, tres… Me hace sentir alegre.
Me hace sentir afortunada.
Me muestra un cielo estrellado.
Me hace reír.
Me hace sentir niña y muy adulta a la vez.
Siento lo infinito. Siento.
Y todo se detiene, en ese instante aún sonando el un, dos, tres.
Mi titiritero guarda de nuevo sus tesoros, de a uno, con suavidad, con belleza. Y empieza a caminar hacia la oscuridad que se vuelve camino de luz, océano de estrellas alumbrando sus pies.
-No…- le ruego quedo- No te vayas.
Gira, veo sus ojos tristes. Acaricia mi frente con su boca y, se sonrie susurrando:
-No puedo quedarme- y esta vez su mirada triste eran mis ojos-, estás curada.
Desperté con un sonido rítmico en la puerta. Era Laila buscándome para dar un paseo.
Desperté sintiéndome triste, completa, sola y engripada.
muito belo Arami
ResponderEliminargosto de como escreves, vejo as imagens, oiço os sons e as cores, sinto a tristeza a alegria a paz e o que fica...
muito belo Arami, princesa e rainha
Que hermoso vals, que suerte ser titiritero :)
ResponderEliminaraprendiz: besotes
ResponderEliminarkendito: que suerte que todos podemos ser titiriteros ;) besotes