jueves, febrero 24

Soneto XXII























Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
en regiones contrarias, en un mediodía quemante:
eras sólo el aroma de los cereales que amo.

Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa
en Angol, a la luz de la luna de Junio,
o eras tú la cintura de aquella guitarra
que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.

Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
Pero yo ya sabía cómo era. De pronto

mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.

Pablo Neruda

3 comentarios:

  1. Y como cuerda de guitarra vibré al leerte

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  2. Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!...

    ¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!
    Piadoso amor que no nos hace sufrir sin fin,
    amor de un solo pensamiento, que no divagas,
    que eres puro, sin máscaras, sin una mancha.
    Permíteme tenerte entero... ¡Sé todo, todo mío!
    Esa forma, esa gracia, ese pequeño placer
    del amor que es tu beso... esas manos, esos ojos divinos
    ese tibio pecho, blanco, luciente, placentero,
    incluso tú misma, tu alma por piedad dámelo todo,
    no retengas un átomo de un átomo o me muero,
    o si sigo viviendo, sólo tu esclavo despreciable,
    ¡olvida, en la niebla de la aflicción inútil,
    los propósitos de la vida, el gusto de mi mente
    perdiéndose en la insensibilidad, y mi ambición ciega!

    De mi otro poeta romántico preferido John Keats

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