De risas y cosquillas.

Una de las haditas que traje conmigo para las melliz, trabajo de mi amiga Susan.

Su risa sorprendió a todos.

La miraban y por la cara que traía y la risa que sonaba en vez de preguntarle: -De que te reís?, o - Contá el chiste!!... empezaban a reírse con ella.

Una ya preocupada, por aquello que le pudiera faltar el aire le pregunto entre risa y risa:

- Estás bien?- y al mismo tiempo le sacaba la cámara fotográfica de la mano.

Ella sólo asintió con la cabeza y siguió riéndose. Trataba de pararse pero la risa la volvía a sentar ante la mirada y risa de los demás.

Amagó pararse de nuevo y le dijeron casi al unísono:

-  Cuidado con tu pie!!!

Ella entre risas finas y gruesas, coloridas y entusiastas, asentía con su cabeza. Se incorporó como pudo tratando de pisar con su pie izquierdo.

- Qué estuviste tomando???- le preguntó Sara mientras seguía riéndose.

- Nada, nada…-y las risas se tornaban más cómplices, como si los elfos de la Brujis y las hadas de Susan hubieran conjurado ese momento para ellas.

- Me podés explicar que te pasa?- inquirió la brujis tratando de  apaciguar con su voz a la risa y que la condenada pudiera explicar que le ocurría.

Todo era acto fallido.

Las risas podían más que cualquier explicación.

Es que es difícil explicar la sensación que recorre el cuerpo cuando un batallón de hormiguitas deciden caminar todas juntas, al mismo compás por el tobillo, por el empeine, por los dedos…

Quién dijo que un pie lastimado y con vendaje no puede traer calambre para una y risa para todos?